19 febrero, 2010

Crónicas carnavalezcas

Esto es de la vida real.

El fin de semana pasado fuimos a Hunucmá, Yucatán, 2 amigos y yo. Eran las fiestas carnavalezcas y la gente en el centro se amotinaba por ver el desfile. Veías a la gente gritar porque les dieran unos vasos de plástico, otros para ver las comparsas, otros caminaban a ver a donde les llevaran sus pies y a ver que veían sus ojos, gente embriagada... una decadencia total. Incluso un amigo de la escuela me comentó:
-El carnaval está bien feo.
-¿Por qué?- le pregunté.
-Porque ahorita que pasé; pos ya ves que ves a puro señor tomando, pero ya grande, ¿no?, pero ahorita vi a puro chavito.
-¡Órale! ¿como de 14, 15 años?
-Si...
-...

Atravesábamos el centro, justo en una pequeña feria donde se podían ver a los niños desesperados por subirse a los juegos, otros lloraban de capricho al no poder subirse. Tambien se pudo ver a los jóvenes de 14 a 17 años echando ligando, a los noviecitos besándose, abrazados o caminando tomados de la mano. Las parejas en las que el hombre andaba viendo qué chava pasaba y lo mismo pasaba con su mujer. Vasos tirados de cerveza, cerveza derramada, basura, comida tirada, botellas de plástico (como le dice un amigo: PET [jajajaj]); borrachos durmiendo, pero no los teporochitos que siempre ves, sino gente normal haciéndola de teporochito. Atravesamos, pues, la pequeña feria de vanidades y vimos a todos los policías tomando un descanso, todos estaban reunidos bajo un toldo de una empresa disfrutando de la vista. Seguimos caminando hacia la terminal de taxis y casi chocamos con dos chavos demasiado ebrios, uno más que el otro. El muchacho que estaba menos ebrio trataba de ayudar a caminar a su amigo, mientras que éste casi lo tiraba chocando con algunas personas que pasaban, aparte de su estado. Al fin llegamos al sitio de taxis y subimos. Partió el taxi y nos enfilamos hacia Hunucmá, Yucatán, México.

En el camino de recorrido estábamos cerca del hospital O'Horán cuando de repente vi que adelante de nosotros iba una moto sobre la cual iba una señora gorda. Lo que más llamó la atención fue que estaba desparramada sobre la moto y, peor aún, que la moto iba en zig-zag. Pensé que la señora estaba borracha y que la persona que manejaba la moto no podía controlarla por el peso de la señora, pero cuando pasó el cruce peatonal que está mero enfrente del hospital O'Horán ya mero se sube a la banqueta, tanto que la gente que estaba en la acera se espantó de que la arrollasen, entonces nos dimos cuenta de que hasta la persona que manejaba, que era el marido de la señora, estaba borracha. Sin duda que venía del carnaval y ya había recorrido gran tramo así... Mientras el conductor del taxi y dos pasajeros platicaban entre sí sobre la situación seguimos avanzando sobre la avenida Canek y enfrente de nosotros la moto que zig-zagueaba, Los demás pasajeros ni se inmutaban ante esta angustiante situación, ni aún cuando vimos que en la parte de adelante de la moto había una niña...

¡Sí una niña!, como de 6 o 7 añitos. Fué cuando el taxi estuvo a punto de rebasar la moto pero no pudo porque la moto invadió carril y casi los arrollamos cuando nos dimos cuenta de la pequeña. Todavía el chofer dijo que había una niña en la moto y ni aún así reaccionaron los pasajeros. Tampoco el muchacho a quien le pedí su celular o que hable a emergencias para reportar este caso. Cuando me dió su celular perdimos de vista la moto y pensamos que había doblado hacia el periférico, pero gracias a Dios no, siguió derecho la moto pero el chavo no me volvió a prestar su celular.

-¡Y toda la policía está en el carnaval!- Dijo el chofer.
-¡Aaaa claro que sí!.- Respondió uno de los pasajeros que platicaban con él.

Ya a la altura de Ciudad Caucel le preguntaron al chofer que si podía parar en una caseta de policía para decirles lo de la moto, pero la persona que lo preguntó salió regañada.

-¿De dónde voy a buscar un poli si acá ni hay?- Respondió el chofer.
-Si, aparte todos están en el canaval.- Respondió un pasajero de adelante.
-¡Claro!- Añadió el segundo pasajero.

Justo después de este regaño pasó una patrulla de policia pero el chofer ni las luces le echó para avisarles. Aquí ya estábamos saliendo de Ciudad Caucel rumbo a Ucú. La moto seguía yendo rápido y en zig-zag, invadiendo carriles, rebasando coches. El chofer y los pasajeros del frente segían platicando sobre la situación pero no hacían nada al respecto. Finalmente llegamos a Ucú donde, gracias a Dios, la moto no siguió el rumbo sino que dobló en una calle; ya estaban cerca de su destino final. Después de que seguimos nuestro rumbo y que la moto dobló dijo el taxista:

-¡Ahora si voy a viajar tranquilo!, porque ya no voy a ver a esa moto...
(¿Acaso hiciste algo para que no les pase nada?¿El no verla te tranquiliza?)



Esta historia no es para juzgar a los policías, ni al taxista, los pasajeros, a los de la moto, al gobierno, etc. Sino para que hagamos conciencia de lo que deja el carnaval: el alcohol y toda la felicidad pasajera que hay. La triste falacia de que el carnaval es alegría cuando saliendo de él hay gente que está a punto de morir. En éstas épocas fué cuando escuché hablar a dos muchachos:

-¡En el carnaval no hay problema de cuanto te embriagues porque la poli no te hace nada!
-¿Neta?- Le preguntó su cuate.
-¡Neta!, no ves que ellos estan en el relajo, además el gobierno lo permite. Solo se te quedan viendo.- Respondió.
-¡Jajajajaja!-
-¡Neta!

Esto es algo personal. Piénsalo muy bien. Todo lo que hagas tiene un peso muy grande, y puedes dañar gravemente a las personas que te aman. NO TE ENGAÑES A TÍ MISMO, NI TE DEJES ENGAÑAR.